DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS
Шрифт:
Las ca~nas guataqueadas yo no s'e si agradecer'ian el tratamiento que le dimos, pero yo s'i agradec'i y agradezco todav'ia a Ricardo y a Bety, a Luis y muchos otros aquellos d'ias pasados all'i y que todav'ia hoy recuerdo con agrado. A mi rubita le promet'i en la despedida del campamento ir a verla antes de abordar el barco que los llevar'ia hasta Odesa. Se llev'o mi direcci'on para enseguida que llegara escribirme y que de esa forma no se perdiera la comunicaci'on. Jur'o que me quer'ia y hasta yo sent'i de verdad nostalgia y dolor por separarnos. Cantando las viejas estrofas de “Reloj” y pidi'endole que no marcara las horas porque 'ibamos a enloquecer, con un beso largo y un abrazo interminable nos despedimos.
A la Habana llegu'e una noche lluviosa dos d'ias antes de que comenzara el Onceno Festival de la Juventud y los Estudiantes. La Colmillo Blanco en que viaj'e era la mar de c'omoda, pero apenas si pude disfrutar en el trayecto de las bellezas del paisaje, para m'i casi desconocido, pues el chofer, un aprendiz de esquimal, ten'ia el aire acondicionado a todo meter y me temblaba hasta la quijada de arriba. El shock hipot'ermico debe haber sido el culpable de mi maltrecha estampa cuando descend'i del 'omnibus, tal ser'ia mi facha que enseguida un polic'ia me pidi'o identificarme. Trabajo me cost'o convencerlo de que yo era un delegado de la Universidad Central al que se hab'ia ido la guagua que transport'o a los participantes del evento.
Libre de 'el, pero con la preocupaci'on renovada por mi seguridad, pues este hecho me ven'ia a confirmar que la polic'ia, en estos d'ias especialmente, iba a estar m'as activa que de costumbre y por tanto deb'ia cuidarme de no ser sorprendido en mis proyectos de plagio. Cruc'e la Avenida Boyeros y deambul'e entre los kioscos, vac'ios a causa del mal tiempo, de la Feria de la Juventud. Una malta y un par de panes con croquetas calmaron mi apetito ?Ad'onde ir? La idea que tra'ia era acercarme a la Escuela Vocacional Lenin, que ser'ia una de las Villas de alojamiento de los visitantes al evento, pero realmente no sab'ia d'onde esta se encontraba, ni c'omo llegar hasta all'i, de contra la lluvia continuaba y volv'i a tiritar. La CUJAE era la otra opci'on y una m'as remota, por la lejan'ia era pernoctar en casa de mi t'io Alfredo, el padre del hu'erfano, que viv'ia en Bauta. De esa 'ultima idea desist'i de inmediato.
Esta era apenas mi segunda visita a la Habana, la anterior hab'ia sido como diez a~nos antes, as'i que poco pr'actico como estaba para deambular sin direcci'on, decid'i pasar la noche en los bancos de la Lista de Espera de la Terminal de 'Omnibus. Me encontr'e all'i un hervidero de gente tirada en el piso sobre cartones y ni un huequito siquiera en un banco donde reposar mi huesos. Me entraron unas ganas tremendas de regresar a casa, a mi camita tibia, hac'ia m'as de un mes que no sab'ia nada de mi madre, abuela, hermano y primo. Las defensas comenzaron a ceder ante la tentadora idea del regreso y la obtenci'on del perd'on familiar y ya casi estaba decidido a apuntarme en la Lista de Espera para volver a Santa Clara cuando tres j'ovenes amulatados se me acercaron.
En seguida me puse alerta, pues ten'ia conocimiento de los maleantes y embaucadores habaneros que merodeaban por las terminales y timaban a los pasajeros que ve'ian con cara de guajiros, pero no, era mi salvaci'on lo que el Destino pon'ia en mis manos. Por lo que pude entender con mi fam'elico ingl'es, supe que eran egipcios y que andaban extraviados, hab'ian llegado el d'ia anterior para el Festival y ansiosos por conocer la ciudad y su gente salieron a dar una vuelta, se empataron con unas muchachas habaneras que los engatusaron y robaron los d'olares que tra'ian. De pronto me alumbr'e y les pregunt'e por los pasaportes, por suerte los conservaban consigo, para no llamar mucho la atenci'on de posibles curiosos bajamos al piso inferior donde era menor la multitud y les hice creer que yo era un estudiante nicarag"uense tambi'en delegado al Festival y promet'i ayudarlos. Un r'apido c'alculo de mis finanzas me demostr'o que bien val'ia la pena gastarme diez pesos y alquilarles un taxi que los llevara hasta su albergue. Insistieron para que los acompa~nara pues tem'ian el rega~no del jefe de su delegaci'on, pero con el pretexto de que estaba all'i esperando por unos compa~neros m'ios que pronto arribar'ian me los quit'e de encima. Despu'es de media hora tratando de capturar un Chevy, logr'e que uno los llevara. En la despedida, con fuertes abrazos incluidos, me las arregl'e para extraer los papeles del bolsillo de uno de ellos.
As'i es la vida, en apenas unos minutos me hab'ia convertido en Ahmed el Meligui, natural del Cairo y con alojamiento en el Pedag'ogico Varona. Indudablemente que por aquel lugar no podr'ia ni asomarme, pero tener en mis manos una credencial para mostrar a las autoridades y entrar en los lugares de los eventos era un gran logro, algo con lo que no hab'ia ni siquiera so~nado. Me quedaban veinticinco pesos.
Amaneciendo llegu'e a la escuela Lenin, al parecer all'i hab'ian trabajado toda la noche recibiendo delegados, porque numerosas personas caminaban a'un a esa hora por los pasillos y 'areas exteriores. Me colgu'e del cuello la credencial y haciendo uso de un acento extra~no empec'e a mascullar un espa~nol que para cualquiera era leg'itimamente extranjero, as'i supe donde se encontraba el comedor, mi primera e inmediata meta, ya que nada me apetec'ia m'as, ni m'as agradecer'ian mis h'umedos huesos que un caf'e con leche bien caliente y un pan con mantequilla. En el comedor, amplio y encristalado hab'ia para escoger: yogur, malta, helado, leche fr'ia, frutas, ensaladas, dulces, pero caf'e con leche ni para un remedio. Tuve que conformarme con un par de bocaditos de jam'on y queso y una taza bien llena de t'e caliente. Pregunt'e despu'es, para quitarme el susto, qu'e delegaciones se hospedaban en la escuela, pues me hubiera visto en un aprieto si alguien se dirig'ia a m'i en 'arabe, idioma en el que s'olo sab'ia decir Salam Alekum, por suerte all'i primaban delegados latinoamericanos y de la Europa socialista.
Al cabo de una hora el jolgorio y el aire festivo aumentaron cuando se fueron sumando a los deambulantes otros cientos de j'ovenes reci'en llegados y otros cientos reci'en levantados. Me puse en una fila en el vest'ibulo y me entregaron dos pullovers, uno con la Flor del Festival y otro con un CUBA SI grand'isimo en el pecho; en otra cola me dieron una gorra roja y un pu~nado de sellitos met'alicos con saludos y consignas. Hice otra cola, esta vez m'as larga y pude abordar un 'omnibus que nos llev'o hasta la Playa de Santa Mar'ia.
Despu'es de la tormenta del d'ia anterior el sol luc'ia radiante y la atm'osfera limpiecita, como acabada de estrenar, sin embargo mi mente, que deb'ia estar tambi'en clara y como reci'en estrenada, era un hervidero, una madeja de sentimientos, deseos, aspiraciones y miedos que le roncaba. Por un lado ten'ia la tranquilidad de poseer un documento que me amparaba y que supon'ia iba a ser el 'Abrete S'esamo de los pr'oximos d'ias, por el otro me corro'ia el temor de ser sorprendido in fraganti en mis mentiras, lo mismo por la polic'ia o autoridades de los albergues, que por los propios delegados, ya que si ante algunos me hab'ia presentado como 'arabe, para otros era nica, para otros m'as colombiano y todav'ia me faltaba personificarme como Silvio.
La barbita que me hab'ia afeitado en Camag"uey ya estaba casi como antes, s'olo que sin guitarra me ser'ia mucho m'as dif'icil lograr mis prop'ositos. Por lo pronto y en vista de que era la tendencia generalizada entre los delegados, que ser'ian muy revolucionarios, antimperialistas y todo eso, pero que ahora estaban entregados de lleno al vacil'on y al ligue de sus respectivas parejas, decid'i seguirles la corriente, no desentonar y comenc'e a barrer con ojos de perro sato las arenas circundantes. Bikinis y m'as bikinis, chores, pescadores y risas lindas y pelos largos o cortos, rubios, casta~nos y nalguitas y nalgonas, peloticas y pelotonas !Crema era lo que hab'ia all'i, pura crema!
Siguiendo la vieja t'ecnica empleada en el Parque C'espedes, y como por obligaci'on yo era el delegado m'as solitario y desamparado, decid'i hacerme el sueco, el interesant'on, pero nada. Media hora de t'ecnica aplicada y nada. Se hab'ian formado grupos de a quince, veinte y m'as, se hablaba en espa~nol, ruso, ingl'es, portugu'es, franc'es y no s'e en cuantas otras lenguas, me parec'ia estar metido en una verdadera olla de grillos o en la torre de Babel. En proporci'on abundaban las muchachas sobre los varones y eso me tranquiliz'o, pero era ya cerca del mediod'ia y continuaba en mi idiota estatuez. La espalda ya me ard'ia y decid'i darme un chapuz'on, mir'e en derredor a ver a qui'en dejar al cuidado de mi ropa y me decid'i por una joven que al parecer tambi'en disfrutaba o penaba por la soledad. Era mulata, delgada, pero no de una delgadez extrema como a~nos despu'es dir'ia Pablito Milan'es, era una flaca con figura y rostro hermoso y estaba tendida a unos veinte metros de m'i. Sin saber en qu'e idioma chapurrear para llamar su atenci'on, me decid'i por mi espa~nol macarr'onico.
_Amica, per favor, yo quisier'ia…
Hice la pausa normal del que est'a buscando la palabra adecuada cuando ella salt'o.
_Dime, papito, ?en qu'e puedo servirte, mi cielo?
!Pa' su escopeta!, aquella chiquita era m'as cubana que yo. Debo haber palidecido de inmediato, porque sent'i que una bola fr'ia bajaba y me daba salticos en el est'omago.
_Dime, papi, ven si'entate aqu'i conmigo, no seas malito. !Ven!
Ni atr'as ni alante sal'ia de mi boca palabra alguna. De pronto me entraron unas ganas tremendas de re'ir y no las pude evitar. Ella por contentarme tambi'en re'ia, pero cuando vio que al parecer lo m'io no tendr'ia fin comenz'o a mirarme con detenimiento.